miércoles, 11 de enero de 2012

COREA DEL NORTE: ¿LÁGRIMAS DE COCODRILO?

A todos nos ha llamado poderosamente la atención las imágenes del pueblo norcoreano llorando a su líder. Nadie imaginaba que un dictador comunista que ha gobernado con mano de hierro la República Popular “Democrática” de Corea, mereciera una muestra de afecto tan desmesurada. Kim Jong Il murió –según fuentes oficiales- el pasado 17 de diciembre de 2011, a causa de un infarto mientras viajaba a bordo de un tren. Era conocido su pánico a los aviones y, como en el caso de su padre, Kim Il Sung se desplazaba en un vagón de tren tanto dentro como fuera del país.

Hombres y mujeres han llorado a moco tendido frente a las cámaras para sonrojo del mundo entero, desgarrándose de dolor, en lo que todos interpretan como una sobreactuación. ¿Es realmente ese el sentimiento del pueblo? ¿Cómo encajar estas imágenes a quienes imaginamos opresión por parte del régimen?

Primero quiero explicar que me llamó la atención reconocer, en alguno de los primeros planos de la televisión, a funcionarios que conocí en mi incursión en este hermético país. Entiendo, por tanto que fieles funcionarios del régimen de Pyongyang pero es que, para comprender lo que pasa en Corea del Norte, hay que haber visitado el país y saber que no hay otros referentes, otra información, otra opinión que la que ofrece el Partido a través de sus instrumentos de propaganda. En consecuencia, más que un régimen político, nos hallamos frente a una poderosa secta destructiva con 24 millones de adeptos.

El presidente eterno, el “venerado camarada” Kim Il Sung desarrolló el ideal Juche, mencionado por primera vez en 1955 y que se basa en "la independencia política, la autosuficiencia económica y la autodefensa militar." Eso ha traído como consecuencia un país hermético... y cuando digo hermético me nadie imagina hasta qué extremo. Corea del Norte no permite el libre movimiento por la calle. Cuando uno entra al país debe dejar su pasaporte en manos de las autoridades (los españoles, además, no disponemos de embajada y, aunque la tuviéramos, tampoco llegaríamos a ella) así como nuestro teléfono móvil, y dispositivos de localización. Viven es estado de guerra permanente y nos tratarán como si fuéramos “espías enemigos”. Por esa razón nos asignarán un policía que vigilará nuestros pasos y dormirá en nuestro hotel (el único al que podemos tener acceso los occidentales) que, para más INRI está en una isla que se cierra al anochecer. Por si se te ocurre escapar.

No podrás hablar con nadie, entregar libros, revistas o informaciones ajenas a los que suministra el régimen... en otras palabras: es como si visitaras un acuario. Al otro lado del cristal, sin embargo, no hay peces... sino personas.

Este aislamiento ha anclado en el tiempo al país. No hay contaminación ni influencia, sólo un pensamiento único impuesto por las clases dirigentes que, paradójicamente, son los únicos que entran y salen cómo y cuándo quieren, gozan de una vida desahogada y, en ocasiones, llena de lujos (tienen coche para moverse por la ciudad menos contaminada del planeta, con autovías de 4 carriles vacías).

Las informaciones críticas no pueden ser recogidas por los periodistas occidentales que somos víctimas del placaje del sistema, en todo caso nuestras fuentes proceden de cooperantes de la ONU, de gente que ha trabajado una temporada como el canadiense Guy Delisle, autor de uno de los libros más asombrosos que perfila el país, o de norcoreanos disidentes que han logrado pasar el paralelo 38 o, más fácil, a través del gran compañero de aventuras: China.

Esa es la triste realidad de un país que siempre me ha recordado a Un mundo feliz, de Aldous Huxley.


Para saber más sobre esta noticia: COREA DEL NORTE, EL PAÍS MÁS HERMÉTICO DEL PLANETA

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